Salud, transporte y discapacidad
Los 52 muertos en Pasamayo son responsabilidad compartida: Estado, sociedad y personas debemos reaccionar.
Los cerca de 3000 muertos al año en el Perú producto de accidentes de tránsito, son parte de los 1 millón 200 mil de víctimas mortales producidas en todo el mundo anualmente. Por cada uno de los fallecidos, hay en promedio 30 personas que sufren traumatismos y un grupo considerable queda en discapacidad temporal o permanente.
Por ello la Asamblea de las Naciones Unidas declaró en 2010 el “Decenio de Acción de la Seguridad Vial 2011-2020”. Los cinco pilares son: Gestión de la seguridad vial; Vías de tránsito y movilidad más seguras; Vehículos más seguros; Usuarios de vías de tránsito más seguros; Respuesta tras los accidentes. La situación desnudada en cada nuevo accidente en el Perú revela que no tenemos estrategias al respecto.
VIENE EL SAMU
La atención de los accidente de tránsito es un calvario. El debilitamiento del SAMU con la inexplicable reducción de su personal, sumada a la inexistencia de un Sistema de Atención de Emergencias, limita aún más el acceso oportuno y adecuado en estos casos. Toda ciudad que se respete cuenta con un Sistema de Atención de Emergencia que obliga que todos los servicios sean públicos o privados prioricen estos accidentes; eso no sucede y en muchos casos hasta son rechazados en los hospitales.
A ello se suman las limitaciones, debilidades e incentivos perversos del SOAT. Si bien en primera instancia se cuenta con un monto de 20 mil soles para la atención, en muchos casos este es superado y se genera el enredo burocrático y administrativo con ESSALUD, el SIS o el seguro privado para la continuidad; asimismo el trámite para que la atención de produzca en muy enredado. Es necesario que SUSALUD señalé las barreras y aplique sanciones; por ejemplo ESSALUD deniega o cobra atención a sus asegurados producto de accidentes de tránsito so pretexto de cobertura del SOAT.
LUEGO LA DISPACIDAD
Para los que quedan en condición de discapacidad la situación se torna infernal. Las familias ven afectados sus ingresos por la imposibilidad de continuar el trabajo, y se genera un gasto exorbitante producto de las nuevas necesidades de tratamiento, rehabilitación o prótesis en caso de amputaciones. La vida nunca vuelve a ser la misma. A ello se suma que el SIS a la fecha cubre una parte mínima de las rehabilitaciones demandadas y contados casos de prótesis. Si bien ESSALUD tiene mayor alcance y una pensión por discapacidad, el calvario no se soluciona.
En los últimos 15 años son más de 100 mil peruanos los afectados por diversos grados de discapacidad producto de los accidentes de tránsito, pero sólo contamos con el Instituto Nacional de Rehabilitación de Chorrillos (MINSA) para la atención especializada; en el caso de ESSALUD también estos servicios se concentran en Lima. Pero más allá de los servicios, las necesidades familiares y las limitaciones sociales son el problema de fondo.
LAS RESPONSABLIDADES
La magnitud y continuidad de los accidentes de tránsito expresan que principalmente la responsabilidad es del Estado, que en sucesivos gobiernos ha precarizado todas las formas de transporte público, ha desregulado su desarrollo, ha pervertido las concesiones de carreteras al no exigir claras medidas de seguridad a las empresas contratistas; la responsabilidad pública se ha debilitado hasta casi diluirse. No es casual que el Ministro de transportes Bruno Giufra eche toda la culpa al exceso de velocidad, y que antes que representante público parezca defensor de las empresas concesionarias como Graña y Montero y JJ Camet.
La responsabilidad Estatal no deja de lado la empresarial, social e individual. Las empresas concesionarias ni siquiera colocan sus recursos para nueva infraestructura sino que los palenquean con los peajes, incumpliendo además medidas de prevención obligatorias. Como sociedad nuestra reacción, igual que en otras consustancias, es de escándalo inicial e indiferencia permanente, no somos capaces de enfrentar colectivamente esta masacre continua. Y como personas mayoritariamente nos burlamos de las reglas de transito seamos conductores o peatones, y cuando alguien las cumple o exige que se cumplan le ponemos mala cara.